El curioso impertinente, de Guillén de Castro. Rep: A. Querejeta, E. Trancón, N. Mencía, M. Álvarez, F. Rojas, F. Sendito, D. Albaladejo, J. V. Ramos. Escenografía: Joaquim Roy. Versión: Yolanda Pallín. Dirección: Natalia Menéndez. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Teatro Pavón, Madrid, hasta el 15 de junio, excepto lunes.
“En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que, por excelencia y antonomasia, de todos los que los conocían ‘los dos amigos’ eran llamados”. Así comienza El curioso impertinente, novela dentro de la novela, que Miguel de Cervantes incluyó en la trama de la primera parte del Quijote, publicada en 1605.
Foto: Ros Ribas
Guillén de Castro, que por entonces se encuentra en Italia sirviendo al virrey de Nápoles, Juan Alonso Pimentel Herrera, conde de Benavente, decide convertir el tema de esa novelita cervantina en su próxima comedia. No será la última vez. Los temas de las obras de Cervantes le servirán de inspiración para dos obras más: La fuerza de la sangre y Don Quijote de la Mancha, en la que convierte a los dos personajes principales en el acompañamiento cómico a los avatares amorosos de Cardenio, Luscinda, Fernando y Dorotea.
Es muy probable que la experiencia italiana le influyera en la concepción de la obra, donde la confluencia de la commedia dell’arte y la irrupción de los nuevos dramas lopescos constituirían la base del teatro moderno. En El curioso impertinente, Guillén de Castro añade a la idea cervantina unos antecedentes y modifica su desenlace para dotarle de mayor fuerza y sentido teatral. En esta obra nos encontramos con un desarrollo psicológico de los personajes muy evolucionado, que hace presagiar la evolución del gran teatro de las décadas posteriores.
Después de un largo periplo por varias ciudades españolas, vuelve esta obra a Madrid en la conocida producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, antes de que se pueda ver en el prestigioso Festival de Almagro durante el mes de julio. Es ésta la ocasión de ver una propuesta muy redonda, dirigida por Natalia Menéndez, que descansa en una muy sólida y sobresaliente interpretación del reparto de actores y un ritmo escénico muy vibrante, que ayuda a su asimilación por el público contemporáneo.
La acción transcurre sobre una plataforma circular construida en madera sobre planos rectos que gira durante toda la obra hasta conformar tres espacios escénicos fundamentales: dos interiores y uno exterior. El excelente trabajo de iluminación de Miguel Ángel Camacho hace el resto, acentuando con sus claroscuros las situaciones dramáticas y ayudando a crear atmósferas que alcanzan su cenit en los momentos más decisivos de la obra; como esa iluminación cruzada, de matices azules, que atraviesa a Lotario y Camila como el amor, ya liberado, que siempre se habían profesado.
Francisco Rojas (Lotario) y Nuria Mencía (Camila) combinan de forma magistral comedia y drama en sus interpretaciones, que hacen pasar al público de la carcajada a la angustia en un abrir y cerrar de ojos. Quizá destaque algo más Mencía por equilibrio de ambas facetas, que nos ofrece tras un rostro muy teatral, luminoso, a una actriz excelente. Daniel Albaladejo (Anselmo) no desmerece en ningún momento en esta tríada, personaje sobre quien descansa la parte más trágica y dramática de la obra. El es, al fin y al cabo, el curioso impertinente, quien con sus celos y obsesiones desestabiliza a los dos enamorados. Les acompaña el esperpéntico y desternillante Culebro de José Vicente Ramos, y el saber hacer de veteranos como Arturo Querejeta (Duque de Florencia) y Francisco Merino (Ascanio). Segundos papeles apuntalan esta producción de gran nivel artístico, como los cómicos, el camarero o los criados, donde encontramos las alegres notas cantadas por Muriel Sánchez, bellísima tras el terciopelo negro de su vestido.
En la venta de la hermosa Dorotea y del zagal Cardenio, y mientras Don Quijote duerme, el cura lee esta historia de El curioso impertinente que le ha dejado el ventero tras la cena. Apenas terminó de leerla al resto de comensales, Sancho irrumpe en la estancia, asustado. Por la puerta se cuela un improperio vagamente familiar: “¡Tente ladrón, malandrín, follón, que aquí te tengo y no te ha de valer tu cimitarra”.
Artículo publicado en Actualidad Económica, 13 de junio de 2008.