Los asuntos de honor siempre trajeron enormes quebraderos de cabeza a Valle-Inclán, “la mejor máscara a pie que cruzaba la calle de Alcalá”, que diría de él Ramón Gómez de la Serna. Por causa de ellos, acabó perdiendo un brazo y terminó por esbozar una trilogía, Martes de Carnaval, que se convertiría con el tiempo en el exponente más amplio, junto a Luces de Bohemia, de su gran aportación al teatro universal: el esperpento.
La obra Los cuernos de don Friolera, que se escenifica estos días en el Teatro Español, pertenece a esta trilogía. El director Ángel Facio ha decidido abordarla por decimocuarta vez, en una búsqueda que se ha convertido en insondable desde ya hace mucho tiempo. Las dificultades son muchas: catorce personajes, trece espacios escénicos, diálogos tabernarios y exagerados. Muchas veces se ha dicho que el estilo desconcertante de Valle hace casi irrepresentables sus obras. Un teatro que es mejor para leer que para escenificar. Como tantos otros, este cliché salta por los aires cuando un elenco de buenos actores, bien dirigidos sobre una propuesta escénica sólida y madurada, afronta una obra de teatro como ésta.
Las intenciones quedan claras desde el principio. Hay un respeto inmenso por el espíritu del texto original que, lejos de querer explicarse, se muestra. Don Estrafalario y don Manolito ocupan un proscenio, desde el que discuten sobre las corrientes estéticas. El primero, trasunto de don Ramón, deja entrever algo más del significado de su último teatro: “Todo nuestro arte nace de saber que un día pasaremos. Ese saber iguala a los hombres más que la Revolución Francesa”.
La muerte es lo que dota de sentido al esperpento; una diversión que al final deja el cuerpo frío, a pesar del calor que despiden las baldosas de la Plaza de Santa Ana a la entrada del teatro tras un día soleado. “Mi estética —dice Estrafalario— es una superación del dolor y de la risa, como deben de ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos”. Una risa que se vuelve vacía, que se torna en mueca ante el sarcasmo deformado que, situados frente a un espejo, nos devuelve el reflejo sórdido de nuestras costumbres.
“Estoy haciendo algo nuevo, distinto a mis obras anteriores. Ahora escribo teatro para muñecos. Es algo que he creado y que titulo esperpentos. Este teatro no es representable para actores, sino para muñecos, a la manera del teatro di Piccoli en Italia. De este género he publicado Luces de Bohemia, que apareció en la revista “España”, y Los Cuernos de Don Friolera, que se publicó en “La Pluma”, le dijo Valle en México al periodista Salvador Bueno, a finales de 1921. Unos muñecos como los que abren la obra y que recitan la historia de Friolera sobre la capa de un trovador ambulante. De los otros muñecos, destacan el trío protagonista, donde Rafael Núñez compone un Friolera desquiciado y patético. Nos reímos de él, pero hace que nos paremos a pensar si en el fondo no lo estamos haciendo de nosotros mismos. Teté Delgado está sensacional como Doña Loreta y Nancho Novo nos muestra un Pachequín ingenuo y algo desubicado.
Habían pasado veinte años desde que una discusión sobre el honor terminara en la amputación de su brazo izquierdo. “¿Y usted qué sabe de eso, majadero?” le había espetado al escritor Manuel Bueno en la terraza del Café de la Montaña, situada en los bajos del Hotel París, en la Puerta del Sol madrileña. Valle intentó defenderse del bastón que caía sobre él con su brazo, con tan mala fortuna que le incrustó el gemelo en la muñeca. Una mala cura y la despreocupación del dramaturgo harían el resto. La gangrena no tardó en aparecer.
En el fondo, el propio Valle era un actor más de una magna obra que era su vida, de sus propios esperpentos. El mismo honor que le quitó un brazo, se lo alargaba para escribir obras como Los cuernos de Don Friolera. Quizá por ello, como lo haría uno de sus personajes, siempre diría que aquel brazo, en realidad, se lo había arrancado un león a mordiscos en la fiera batalla de un safari.
Los cuernos de Don Friolera, de Ramón Mª del Valle-Inclán. Int.: R. Núñez, T. Delgado, N. Novo, I. Ayúcar, A. Delgado, I. Cuevas. Esc.: Almudena López Villalba. Dir.: Ángel Facio. Nueva producción del Teatro Español. Madrid, hasta el 27 de julio.
Foto: Ros Ribas
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