Todos los lunes, en las horas últimas de la tarde, un sigiloso grupo de personas enfila pacientemente una de las entradas a la ampliación realizada por el arquitecto Jean Nouvel del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Allí, tras la enorme superficie acristalada, cruzada por diagonales y ángulos rectos, se esconde el Auditorio 400.
Este espacio se nutre cada semana de un público heterogéneo, que tan sólo comparte un mismo rostro trufado de ilusión y curiosidad. Allí dentro esperan que los músicos ocupen el escenario y la oscuridad y el silencio invadan sus límites curvos, hasta difuminarse casi por completo. En esta atmósfera, el público asiste absorto a unas interpretaciones de una energía inusitada, que casi pueden tocarse con la mano.
Por tercer año consecutivo, este nuevo auditorio alberga la temporada de conciertos del Centro de Difusión de la Música Contemporánea (CDMC), una institución que dio sus primeros pasos hace veinticinco años de la mano de Luis de Pablo y que hoy dirige el también compositor Jorge Fernández Guerra. Responsable de que la música “más nueva” capte la atención de un público cada vez más numeroso, asiste divertido cada lunes a los conciertos que ha programado, viendo una y otra vez cómo las cuatrocientas butacas rozan el lleno para escuchar una música que hace años sólo era capaz de convocar a menos de una docena.
Dice el filósofo Máximo Donà en su Filosofía de la música (Global Rhythm Press, 2008), de reciente publicación en España, que con el nacimiento de la música contemporánea, sobre todo a raíz de los cursos de verano de Darmstadt, fundados en 1946, “un nuevo universo sonoro empezaba a florecer, formado por puras constelaciones tímbricas que intentaban liberar el sonido de cualquier posible esquematización, que lo vislumbraban solo, absoluto y, por lo tanto, perfectamente lírico”. La música que puede oírse cada lunes entre las paredes en rojo cadmio oscuro del Auditorio 400 posee esas señas de identidad.
Por eso, sentarse en una de esas butacas sólo puede hacerse movido por una curiosidad sin límites. Por el camino ha quedado toda trama discursiva tradicional y allí la música sale en búsqueda de nuevas tímbricas, de nuevas alturas, de nuevas dinámicas. Tan sólo tenemos que “dejarnos sorprender”. En la era del single y de la machacona y trivializada música de fondo en tiendas y ascensores, asistir a uno de estos conciertos es uno de los acontecimientos culturales más subversivos y contracorriente de este principio de siglo.
El pasado 20 de octubre se abría esta nueva temporada con piezas del Grupo Nueva Música, creado en 1958 en torno a las figuras de Ramón Barce, Moreno Buendía, Fernando Ember, Luis de Pablo, Antón García Abril, Manuel Carra, Alberto Blancafort y Cristóbal Halffter, a cargo de un grupo de solistas de la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Aquel grupo concitó sus energías para abrir la música española al mundo y traer la vanguardia a nuestra vida musical. Escucharlas se convirtió en un viaje a nuestra historia reciente. Ocho días después, llenaban el escenario los saxofones y gigantesca percusión del Sigma Project, que nos descubrieron el universo de sonoridades que puede emerger de un instrumento tan “actual” como el saxofón, con obras de Félix Ibarrondo, Sergio Blardony, Cristóbal Halffter y Francisco Guerrero.
El próximo 10 de noviembre se podrá asistir a un homenaje a los 25 años de la Fundación Guerrero, referente de la música contemporánea española. Para celebrarlo, los asistentes podrán escuchar nada menos que diez obras completamente nuevas, compuestas ex profeso para la ocasión.
No es nada habitual asistir hoy a una sala de conciertos donde se programen obras de compositores que todavía están vivos. Pentagramas que se pudieron cerrar hace unas semanas, entre las noticias de la crisis financiera y la lectura de los últimos correos electrónicos. Música de hoy, de nuestros días, que nos devuelve el reflejo sonoro del espejo en que nos miramos todos los días. Música viva, sin límites, que no puede entenderse sin los clásicos, pero que vuele de forma, como diría el compositor John Cage, “que pueda dar cabida a todo aquello que conocemos así como a todo aquello que aún no hemos logrado imaginar”.
Temporada 2008-2009 del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC). Director: Jorge Fernández Guerra. Auditorio 400 del MNCARS. Lunes, 19,30 horas, hasta el 29 de junio de 2009. Entrada libre hasta agotar el aforo.
Artículo publicado en Actualidad Económica, 7.11.08
La imaginación siempre que sea amablemente creativa, bienvenida sea, es bien acogida: «“que pueda dar cabida a todo aquello que conocemos así como a todo aquello que aún no hemos logrado imaginar”.
La curiosidad es esencial en la creación, pero tampoco hay que ir más allá, lo justo y necesario.
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Sería conveniente y muy necesario preguntarnos ¿ si hace falta algo en la Creatividad ?,sí, por supuesto, se echa de menos la Normal Creatividad, por ser motivo de extraordinaria grandeza.
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La Normal Creatividad vestida de ese toque justo de curiosidad hace mucho tiempo que pasó al olvido, ¿ no será conveniente rescatarla?, creo que sí, sin lugar a dudas.
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Se echa en falta el Verdadero y Sencillo Resplandor.
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¡La ternura de un brillo incalculable es vital! y eso lo otorga la Normalidad, ni más ni menos.
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No hay que rebuscar tanto…no hace falta…lo tenemos a nuestro alcance, tan simple como eso…
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