Dioses familiares

“L’enfer, c’est les autres” (“El infierno son los otros”), le hace decir Jean-Paul Sartre a uno de sus personajes en la obra de teatro A puerta cerrada (1944). En ella puede verse a tres personajes encerrados en una habitación que no tiene espejos ni ventanas y sólo cuenta con una puerta, una estatua de bronce y un abrecartas. Después de un tiempo,  Garcin, Inès y Estelle terminan por observarse, analizarse y juzgarse. Se dan cuenta que estar expuesto a la subjetividad del otro convierte esa estancia en un lugar irrespirable, pero ninguno quiere prescindir de una mirada que acaba condicionando su propio ser.

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En Le dieu du carnage (traducida en España como Un dios salvaje), los cuatro personajes están también “encerrados” en un salón, intentando dirimir un suceso desagradable que ha enfrentado a los hijos de las dos parejas. Al principio, todo son buenas palabras, un intercambio de pareceres dentro de los más estrictos cánones de la “corrección política”. Pero a medida que transcurre el tiempo, sus máscaras se ven amenazadas, sea por un desconocido, su mujer o su propio marido. Del intercambio de juicios, de la tensión que produce parecer lo contrario que se es, deviene la explosión final que empuja esta tragicomedia hasta el final.

Podría parecer ésta una obra seria, pesimista, pero aquí es donde entra en juego la brillante maestría de la escritora francesa Yasmina Reza, al poner como contrapunto la más divertida de las comedias a la más descarnada tragedia. En el trasfondo de sus obras advertimos casi siempre un drama interior, a veces una tragedia, que es entregado al público en diálogos vivísimos y brillantes que provocan la carcajada más sonora, como también comprobó el gran público con una de sus obras maestras, la espléndida Arte (1994).

A ello contribuye, de manera determinante, el trabajo del equipo de actores. El teatro de Reza exprime al límite su capacidad interpretativa. El director no puede permitirse ni un despiste. Todo avanza con la eficacia de una maquinaria de precisión. En Un dios salvaje, los personajes femeninos lideran la trama, secundados en cierto modo por los masculinos. Ellas son las que llevan el peso.

Aitana Sánchez-Gijón es una actriz de teatro por los cuatro costados. Subida a las tablas de un escenario, vemos a una mujer con un enorme talento teatral, que dejan sus apariciones cinematográficas en casi una anécdota. Su voz abre y cierra la obra. La vemos mudar de una belleza glacial a una salvaje, casi fiera. No es para menos. Quizá es el personaje que más tiene que perder porque su máscara es la más definida, la que tiene que defenderse más de la mirada escrutadora del otro.

Maribel Verdú ha elegido con tino la obra para volver a un teatro. Un caramelo para cualquier actriz. Ya se dio cuenta cuando vio la obra en París, en manos de Isabelle Huppert. Sin perder un minuto, habló con Aitana y empezó el proyecto que puede verse hoy en el Teatro Alcalá. Con grandes dotes para la comedia, resuelve el papel con la profesionalidad y la veteranía de las grandes actrices.

Antonio Molero es un viejo conocido del público por sus apariciones en televisión. Sus personajes suelen tener un patrón común, que el defiende con enorme eficacia. Se trata de un actor con cualidades excepcionales para hacer reír al público con tan sólo un pequeño gesto.

Pere Ponce es otro panzer de la escena, dotado de una voz grave que en ocasiones corre el peligro de superponerse sobre la del resto. Su personaje, el del abogado, es el que menos evolución experimenta, quizá porque en el fondo ve cómo todos son igual de competitivos y crueles. “Yo creo en un dios salvaje. Él es quien nos gobierna, sin solución de continuidad, desde la noche de los tiempos”, dice. Ése es el clima de su vida profesional. Por eso, le vemos pasearse con una mueca algo cínica, contemplando el espectáculo. Lo demás no le importa. Cuando su vida profesional desaparece de la obra, él desaparece.

Un dios salvaje, de Yasmina Reza. Versión de Jordi Galcerán. Int.: Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce, Antonio Molero. Dirección de Tamzin Townsend. Teatro Alcázar de Madrid, hasta el 17 de febrero.

Artículo publicado en Actualidad Económica, 28.11.08

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