Vivir otras vidas

Dicen que el actor Béla Lugosi acabó sus días devorado por el personaje que le dio fama en su casa de Beverly Hills. Desde que en 1930 se subiera a un escenario de Broadway para encarnar a Drácula, el temible vampiro recreado por el escritor irlandés Bram Stoker, ya no pudo bajarse de allí sin que una parte de aquel siniestro conde se adueñara de él. El director de cine, Tod Browning, vio una de aquellas funciones y volvió a Hollywood seguro de haber encontrado al actor que iba a encarnar la primera adaptación cinematográfica del clásico. Aquella película le lanzó al estrellato. Pero después, nada volvió a ser lo mismo. A su muerte, deseó que se le introdujera en su ataúd envuelto en aquella gran capa negra forrada de satén rojo que siempre se volvía a poner en las grandes ocasiones.

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Diez años después del descomunal éxito de Art (Arte), la escritora francesa Yasmina Reza abordó el complejo e inquietante tema de las relaciones entre el actor y sus personajes en Une pièce espagnole (2004). El teatro de esta autora interesa por igual a programadores y público, coincidencia muy poco habitual. Hasta el punto de que es una de las más representadas de la escena contemporánea. Hoy, estas obras conviven en dos teatros de Madrid, tras haberse representado, el pasado otoño, Le dieu du carnage (Un dios salvaje), dirigida por Tanzim Townsend.

Cuando estrenó la obra de la mano del director Luc Bondy, Reza confesó que “es una obra concebida siguiendo el principio de las muñecas rusas: sobre el papel los actores interpretan una obra española, pero en esta obra española figura que representan una pieza búlgara que, a su vez…, en fin, todo desemboca en esa obra teatral invisible a la que aspiro”.

Invisible o no, lo que resulta palpable en esta obra es la intensidad del trabajo que deben afrontar sus actores. Durante la hora y media de duración, el texto les obliga a desdoblarse continuamente entre el actor y su personaje. Están ensayando una obra española y cada uno de ellos nos habla de su papel, como si fuera una entrevista periodística. La escenografía de Xavier Millán nos ayuda a identificar esos momentos oscureciendo el escenario y proyectando la imagen del actor sobre el fondo. Sin embargo, la frontera entre actores y personajes no se revela tan nítida. La interpretación no parece una experiencia de la que el actor salga siempre indemne. Sus papeles siempre les influyen para bien o para mal. “No puedo decir exactamente en qué consiste la vida real —dice uno de ellos—. A veces, cuando abandonas a un personaje y todo lo que te rodea, sientes mayor nostalgia que si hubieras abandonado un lugar real”.

Vivir otras vidas. Con sus placeres y sus frustraciones. Nuria (María Molins) es un personaje triunfador, una gran actriz de cine, conocida por su belleza y su glamour. Pero la actriz que la interpreta no se considera en absoluto guapa, no acaba de arrancar en su carrera y añora papeles como el de Sonia, en Tío Vania (1897), de Chéjov. “Me encanta la gente que va en diagonal” —dice— yendo de un tiempo a otro, como los actores y sus personajes en esta producción, espléndidamente dirigidos por Silvia Munt. Aurelia (Cristina Plazas) es la hermana de Nuria, que se ha casado con Fernando (Xicu Masó), un profesor de universidad pasota y desencantado de la vida. También es actriz y está preparando una obrita sobre Mendelssohn en la compañía de teatro aficionado a la que acude cuando sus deberes domésticos se lo permiten. Pilar (Mònica Randall) es la madre viuda de las dos, y decide reunirlas para presentarles a su novio, un administrador de fincas llamado Mariano (Ramón Madaula). Drama y comedia, lágrimas y risas, se funden en los diálogos de estos actores-personajes. Los tres primeros son, sin duda, los más complejos de la obra y los más exigentes, donde podemos descubrir a una Cristina Plazas realmente magistral.

“Eres de una frialdad infernal, como debe ser una actriz” —dice una de las actrices, recordando algo que escribió Chéjov en una carta. Una frialdad sólo aparente, que recuerda aquellos versos de Pessoa: “El poeta es un fingidor/ finge tan completamente/ que llega a sentir que es dolor/ el dolor que de veras siente”.

Una comedia española, de Yasmina Reza. Traducción de Fernando Gómez Grande. Dirección de Silvia Munt. Int.: Ramón Madaula, Xicu Masó, María Molins, Cristina Plazas, Mònica Randall. Teatro Valle-Inclán, CDN, Madrid, hasta el 29 de marzo.

Foto: Alberto Nevado

Artículo publicado en Actualidad Económica, 20.3.09

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