En París y Lieja se llevó a la escena La voz humana, de Jean Cocteau y Francis Poulenc, uno de los grandes monólogos del teatro y la ópera
Las tardes de junio en París son de un amarillo perezoso. Suelen desparramarse hasta que el sol decide esconderse y los neones llevan ya horas encendidos. La ciudad se apresta a cambiar de decorado para noches cortas y exiguas. En una de esas estrenó Stravinski el ballet de Las bodas, en 1923. Al finalizar el estreno, los invitados se trasladaron desde el pequeño Théâtre de la Gaîté hasta la orilla del Sena para celebrar el acontecimiento a bordo de una barcaza. Durante la travesía, a Jean Cocteau no se le ocurrió otra cosa que disfrazarse de capitán y pasearse por cubierta con rostro grave. La sorpresa daba paso a la carcajada cuando alguien reparaba en la verdadera identidad de aquel individuo con gorra de plato que se acercaba a los corrillos y les espetaba: “Estamos hundiéndonos”.
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Foto: Opéra Royal de Wallonie – Lorraine Wauters