Entre la liturgia y el encantamiento

(Puedes encontrar el vídeo de este concierto en las emisiones de Mezzo.tv)

Las apariciones de Herbert Blomstedt cuando sale a dirigir siempre tienen el brío de los viejos rockeros: son rápidas, como urgidas por desatar cuanto antes el vendaval de sonido de otras épocas. El director sueco-americano pertenece a esas generaciones de músicos que se van extinguiendo. Gracias a su buena salud, sus noventa y cuatro primaveras no son en absoluto un problema para seguir adelante. Todo lo contrario. Lo que sale de sus manos es un sonido que quizá esté próximo a extinguirse por completo.

Un ejemplo puede ser el sentido del rubato que aplica al primer movimiento de la Cuarta sinfonía de Brahms, una medida de tiempo justo para que el efecto no resulte vacío o banal y que la melodía se descompense. El segundo movimiento no es menor: resultó embriagadora la reexposición de toda la cuerda, profunda y con relieve, con el sonido que sólo esta orquesta es capaz de producir. Para entonces todo lo importante ya había quedado dicho. Qué paradójico resultó que la brillantez del tercer movimiento en Do mayor resultara impostado en comparación con los movimientos anteriores. El de cierre quiso emparentar con el inicio, pero la primera mitad de la sinfonía brillaba ya excesivamente sobre la segunda.

El concierto se abrió con la Tercera sinfonía de Arthur Honegger, llamada “Litúrgica” por la denominación de los movimientos, que imitan las partes de un acto religioso. Tal era el estado del compositor francés cuando terminó la guerra: entendió que la humanidad necesitaba un lamento por los muertos y una acción de gracias por la victoria de las libertades. Desde el primer compás de advierte el carácter de su música, abiertamente enfrentada a la del grupo de los Seis, donde estaban Poulenc o Milhaud. Honegger iba a aprovechar más las posibilidades armónicas de la orquesta y ese fue el planteamiento de Blomstedt: el manejo de las masas sonoras desde el primer movimiento hasta el crescendo final del segundo, para contraponerlas después con la sencillez del tercero, basado en el diálogo entre piccolo y flauta, y entre el primer violín y el primer violonchelo. El resultado fue de un gran ajuste y equilibrio con una Filarmónica de Viena que se movía con profundidad sonora y riqueza en los colores orquestales.

Foto: SF/Marco Borrelli

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s