Y la Bestia dominó a la Bella

Después del estreno de La cantante calva en el Théâtre des Noctambules, Eugène Ionesco pareció haber dado con la fórmula para sacudir al espectador aquella noche de 1950 con su primera obra de teatro. En esta nueva forma de representar la realidad las palabras dejaban de tener sentido y todo se plegaba a un simple juego de intuición. Aquella función fue un escándalo, y preparó el terreno para otro estreno que tendría lugar el 17 de febrero de 1951, esta vez en el Théâtre de Poche-Montparnasse, ante una audiencia más selecta de profesores y alumnos. En el escenario se pudo ver a un profesor y a una alumna enfrascados en una lección sin sentido, donde se diluía el significado de las palabras, sumían al espectador en una sonora hilaridad, y tan sólo la percepción visual y sonora servían para captar algún sentido.

Copia de Foto Andres de Gabriel (4)

Desde que Albert Camus publicara El mito de Sísifo en 1942, un buen grupo de intelectuales y artistas se vieron influenciados por aquella “filosofía del absurdo”, que observaba al hombre en su relación con el mundo. La imposibilidad por explicar de manera racional la existencia humana impregnó numerosos escritos de aquella Francia que comenzaba una larga y frustrante posguerra. Hasta llegar al teatro y crear una corriente que influyó en la obra de dramaturgos como Samuel Beckett, Jean Genet, Harold Pinter o Slawomir Mrozek. “Si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sirvan para algo —dirá Ionesco—, será para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya”.

La lección que imparte el autor rumano estos días en la sala pequeña del Teatro Español pone el acento sobre las relaciones de poder entre profesor y alumna, articuladas sobre un galimatías muy divertido que termina por descubrir el verdadero rostro de esta lucha desigual. Su director, Joan María Gual, ha optado por encerrar a los actores en una escena muy simple y esquemática, donde se oyen fragmentos de Puccini, Verdi o Wagner. Al fondo, una pantalla exhibe el clásico videojuego de los comecocos, como si la lucha entre los personajes fuera tan sólo eso: una simple partida donde se dispone sólo de tres vidas.

Sin embargo, la vida absurda que nos plantea Ionesco tiene una sola oportunidad. Y por esa razón, el hombre está dispuesto a poner toda la carne en el asador para que nada se tuerza. La patética huida hacia delante del profesor recuerda al Sísifo de Camus, siempre encerrado en el eterno retorno, sin capacidad ni libertad para alterar el orden de las cosas. La pesada carga que sube hasta la cumbre es su deseo irrefrenable por dominar, por conquistar la voluntad de quien solicita sus servicios de profesor.

Cuando se presencia La lección se advierte al comienzo que profesor y alumna son dos personajes solitarios, algo perdidos. Inconscientemente, recuerdan a la Bella y la Bestia del cuento que rodó Jean Cocteau en 1946, apenas unos años antes del estreno de la obra de Ionesco. Pero es solo un espejismo. La incómoda presencia de la sirvienta (Maica Barroso) nos alerta de que algo inquietante permanece oculto. Manel Barceló es un profesor taciturno y reservado, capaz de combinar con solvencia la comicidad de sus lecciones con su transformación en Bestia. Itziar Miranda recrea la ingenuidad y el desamparo de una Bella que, en esta historia, deja de ser salvadora para convertirse en víctima.

El mensaje no puede ser más desesperanzador. Lo absurdo de la condición humana impide que se materialice el cuento. De alguna forma, recuerda a la frustración que se experimenta en la deslumbrante El viaje de Felicia (Atom Egoyan, 1999), con un gerente de una empresa de catering (Bob Hoskins) incapaz de reprimir sus instintos ante la inocencia y el desvalimiento de Felicia (Elaine Cassidy), una chica irlandesa que aterriza en Birmingham para buscar a su novio, que la ha dejado embarazada. En la La lección, Ionesco nos muestra cómo el Sísifo de Camus, en su inexorable camino hacia la cumbre, puede llegar a convertirse en una singular bestia que, en su delirio dominador, llega a caminar sobre los cadáveres de cándidas e indefensas bellas.

La lección, de Eugène Ionesco. Traducción de Juan Vicente Martínez Luciano. Dirección de Joan Maria Gual. Escenografía: Silvia de Marta. Vestuario: Ana Rodrigo. Iluminación: Luis Perdiguero. Int.: Manel Barceló, Itziar Miranda, Maica Barroso. Teatro Español, hasta el 21 de junio.

Foto: Andrés de Gabriel

Artículo publicado en Actualidad Económica, 5.6.09

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