Vidas cruzadas

Las vidas de estas dos óperas se cruzan en 1893, cuando los programadores encuentran en la obra de Leoncavallo un complemento perfecto para la de Mascagni. Aislada, la última superaría en poco la hora de representación, así que las dos juntas llevaría a una mucho más razonable entrada por unas dos horas y media largas de representación. A la proximidad estilística se unía el plausible hecho de que Leoncavallo se sintiera inspirado por Mascagni al haber contemplado su obra antes. Lo cierto es que, desde entonces, sus destinos van de la mano, aun cuando lo normal es que las dos óperas se conciban desde ideas diferentes sobre el escenario.

Damiano Michieletto decidió unirlas también en la escena y jugar a cruzar la vida de Santuzza con la de Nedda. Si en L’elisir d’amore nos situaba en una playa de la costa española antes de la crisis, en Cavalleria/Pagliacci nos conduce al universo neorrealista italiano de los Rossellini, De Sica, Visconti, Germi. Y ahí, mientras Santuzza y Turiddu porfían alrededor de la panadería de un pequeño pueblo italiano, Nedda, Tonio y Canio tensan su vida en la vieja escuela del mismo lugar, convertido en teatrito provisional. A Nedda la vemos en la escena de Cavalleria colgando los carteles de su función, requebrando ya al atropellado Silvio. Luego, Santuzza se colará en Pagliacci para acercarse a un sacerdote y confesar la culpa del trágico desenlace en la obra previa.

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Foto: Théâtre de La Monnaie / Karl Forster

Esta ópera puede verse íntegra en el proyecto Opera Vision hasta el 13 de septiembre de 2018.

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