Lo hemos contemplado muchas veces. Ese barco que se acerca desde el horizonte, cuando tan sólo es una sombra recortada sobre el atardecer. O aquel que se aleja, hasta que vuelve sordo el ímpetu que dejó tras de sí cuando abandonó la bahía. Cuántas historias caben entre ambas singladuras. Esos barcos son, en realidad, un pedacito de tierra que se aleja y otro de mar que se acerca. ¿Qué ocurrió para tamaña transformación?
Benjamin Britten encontraba en Aldeburgh la paz y la tranquilidad. Hasta allí trasladó su residencia cuando el ambiente de Londres se hizo irrespirable. Había nacido no muy lejos de allí, unas treinta millas al norte, en Lowestoft. Hijo de un dentista y de una músico amateur, descubrió su vocación muy pronto, la de compositor. Fue un pianista notable, pero su destino estaba encerrado en los pentagramas en blanco de una partitura. Ahí, ante esas páginas, surcó mares ignotos, como el de su ópera, Peter Grimes, la oscura e inquietante historia de un pescador de Aldeburgh. El éxito acompañó su estreno en Sadler’s Wells, tanto que muchos consideraron con el tiempo que aquel fino inglés era el compositor de óperas más relevante que habían dado las islas desde Purcell. Exagerado o no, aquella historia marinera le llevó a descubrir “a dónde pertenecía”. Y dos años más tarde, animado por la idea del tenor Peter Pears de montar allí un festival de ópera, decidió mudarse al lugar que habitaba el malvado Peter Grimes.
Lo que encontró fue un pueblo marinero, poblado también por todas esas leyendas que traen consigo los barcos. Historias reales o inventadas sobre otros lugares y sobre ese espacio angosto que es el interior de un barco cuando navega. Allí se cocina siempre una pequeña transformación. La de un marinero en tierra que se enfrenta con su naturaleza terrestre en el mar. En los dos lugares se ve como un forastero y siempre parece condenado a extrañar su estado anterior. Quizá por eso Joseph Conrad sintió que el mar era, como los sueños, una imagen de la vida misma, y lo dejó escrito así en Lord Jim: “Un hombre que nace, cae en un sueño como quien cae al mar”.
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(Esta producción fue galardonada en abril pasado con el premio International Opera Award 2018 a la mejor nueva producción del año. Es la primera vez que un teatro español obtiene este galardón)
Foto: Javier del Real